Hechos de los Apóstoles 8, 5-8.14-17 — 1 Pedro 3, 15-18 — Juan 14, 15-21
La frase de Pedro en la segunda lectura es muy conocida y sigue siendo de actualidad: “Estad siempre prontos para dar razón de vuestra a todo el que os la pidiere; pero con mansedumbre y respeto”. Tiene su equivalente en el “Vosotros sois sal y luz” de Jesús en el evangelio de Mateo. Esas dos frases resumen bien cuáles debieran ser nuestra actitud y nuestro comportamiento con los humanos, hermanos nuestros. Además, en el evangelio según San Juan de este domingo, Jesús promete que su Espíritu estará siempre con nosotros para guiarnos por los nuevos caminos: “El Padre os dará otro Defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad”. Por todo esto, me ha venido la idea de ofreceros como comentario a este domingo un himno que me gusta tanto que lo he recitado durante cuatro semanas dos veces al día. En efecto, para este tiempo pascual el breviario nos da a escoger entre una docena de himnos que solemos alternar. Pero uno de ellos que alude al encuentro de Jesús resucitado con los dos discípulos que se volvían a Emaús me ha cautivado más que los otros. Aquí os lo ofrezco:
Mi corazón, Jesús, has encendido
En la encrucijada de las escrituras.
No permitas que esa herida
En mí se cierre:
Guía mis sentidos hacia dentro
Fuerza mi andadura a la aventura
Para que el fuego de tu gozo
A otros inflame
La mesa en la que te sentaste
Para la fracción que te revela
Yo la veo, y de ti brilla,
Único Maestro.
Al atardecer haz que yo salga
Donde tantos de los míos viven sin noticias
Y con tu nombre en mi mirada
Haz que te conozcan
Sus ojos nunca te han encontrado
Tú ya no entras en su albergue
Y cada uno dice: ¿A dónde podré ir
Si Dios no está conmigo?
Pero tu primavera ha despertado
En mis sarmientos casi sin savia
Para que yo sea Ese extranjero
Que la Pascua enciende.
Oración del tiempo presente, p.354 – 346
Ramón Echeverría, mafr