ECLESALIA, 22/11/21.- Nació en octubre de 1971 y se inspiró – además de en Calasanz – en Lorenzo Milani (1923-1967), el párroco exiliado en Barbiana, mísera aldea de la montaña florentina, que convirtió su parroquia en una escuela a pleno tiempo y, cuya Carta a una maestra (1967), traducida a más de 60 lenguas de todo el mundo, denunció que la escuela obligatoria era selectiva, en vez de mejor para los peores, es decir, compensatoria.

En Salamanca, solo 4 años después, seis escolapios muy jóvenes convertían un viejo caserón abandonado en hogar para chicos mayores de 14 años víctimas del fracaso de la escuela española y, la mayoría, hijos de campesinos emigrados a Alemania y Suiza. Poco después, cuatro de ellos optaron por regresar al campo y no vaciar más sus pueblos: así nació – y allí sigue – el Centro de FP Lorenzo Milani (1980).

La consigna siempre fue preferir al suspenso o expulsado más que al aprobado o con buenos informes. ¿Cómo se recuperaban? La Carta de Barbiana proponía métodos sencillos: convivencia en cooperativa durante siete días a la semana; lectura en corro de la prensa diaria cada noche [cf. Leer periódicos en clase, 1986]; hacer juntos Escritos colectivos [de muchachos del pueblo] (título de su libroen 1979); invitar a mucha gente a dejarse preguntar; y reflexionar solos en tres redacciones por semana. Además, aprendían oficios en varias escuelas de FP.

Fuente: https://eclesalia.wordpress.com/2021/11/22/un-capitulo-de-teologia-de-la-educacion/

Artículo completo: UN CAPÍTULO DE TEOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN