Alguien me debe algo y soy inflexible, implacable e inapelable: “me lo ha de pagar, lo acosaré hasta que me lo restituya, no tiene ningún derecho a la tranquilidad y a la alegría hasta que me devuelva lo prestado”… es una reivindicación justa, digna e indiscutible, y la avala la propia ley, a la que puedo acudir si, ya harto o simplemente deseoso de acabar con esta situación molesta que me incomoda, renuncio a prolongar la espera y acudo al juez, sin que por ello se me pueda argüir (aunque la deuda no sea grande y por ello no me cree dificultades) de vengativo ni de malvado… sólo reclamo justicia, el menos ésa es la apariencia… Nuestra indignación por el incumplimiento ajeno que nos perjudica o simplemente nos incomoda, y que hace salir al otro ventajoso a costa nuestra, parece a todas luces comprensible… dan ganas de echarse al cuello y ahogarlo…
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