Pedro Linares, Universidad Pontificia Comillas/13 diciembre 2023 22:38 CET
La COP28 ha concluido con un acuerdo que muchos países consideran histórico: por primera vez se habla de abandonar los combustibles fósiles. Pero ¿es posible en un contexto en el que su demanda sigue creciendo en el mundo?
Escribo este artículo minutos después de que la COP28 haya finalmente concluido con un acuerdo que muchos países consideran histórico. Y es que, ciertamente por primera vez, un acuerdo de una Conferencia de las Partes sobre el Cambio Climático incluye una referencia a la necesidad de abandonar los combustibles fósiles, o más bien “transitar hacia su abandono eventual”.
Sin embargo, una parte también muy significativa de los países (y así mismo gran parte de la sociedad civil) consideran el acuerdo excesivamente tibio por la falta de compromiso firme en la reducción de emisiones, la ausencia de financiación, la referencia a los “combustibles de transición” (el gas principalmente) y especialmente, la falta de una llamada más firme a abandonar los combustibles fósiles. Esta falta de concreción y firmeza es algo esperable dada la necesidad de aprobar el texto por consenso y de satisfacer, por tanto, las demandas de todos los países.
Pero quizá esta tibieza es más llamativa en esta ocasión por la presión de la presidencia emiratí de la COP, que incluso ha llegado a afirmar que no hay evidencia científica que indique que haya que abandonar los fósiles para alcanzar el objetivo de no seperar los 1.5 ºC de calentamiento o incluso que su abandono nos llevaría de vuelta a las cavernas. Aunque esto es evidentemente falso, y de hecho Al Jaber ha afirmado posteriormente que se le había malinterpretado, el caso es que la necesidad de abandonar los fósiles tiene sus matices: no en cuanto al abandono en sí mismo, que es incuestionable, sino en cuanto al cómo y al cuándo.
Para comprender la magnitud del cambio necesario, primero entendamos cuál es la situación actual.
En la gráfica que sigue a estos párrafos puede observarse cuánto depende el suministro energético actual de los fósiles: más de un 80 % de nuestra energía primaria viene del gas, del carbón y del petróleo.
Aunque con una tendencia decreciente en términos relativos (sobre todo para el petróleo, que se convierte cada vez más en un combustible exclusivo para el transporte y un input para la industria petroquímica), el consumo de fósiles sigue aumentando. Incluso a pesar del crecimiento de las energías renovables, más competitivas ya para la producción eléctrica.