Luca Gervasoni Vila, UOC – Universitat Oberta de Catalunya/ 4 julio 2022 17:28 CEST
Las terribles muertes de la pasada semana junto a Melilla y dentro de un camión en EE.UU son consecuencias de las políticas de externalización de fronteras y de disuasión que Europa y EE.UU. están aplicando.
La incapacidad por parte de la Unión Europea y los Estados Unidos de acoger en sus territorios a personas que se ven forzadas a escapar de sus países y buscan refugio y asilo dentro de sus fronteras ha vivido dos trágicos acontecimientos la última semana. Los sucesos en Texas, EE. UU y en la frontera entre Nador y Melilla, en Marruecos, son un violento recordatorio del fracaso de las políticas migratorias basadas en la seguridad y de la necesidad de replantearlas.
El pasado viernes 24 de junio, la acción coordinada de la Gendarmería Marroquí y de las fuerzas policiales españolas derivó en la muerte de 37 personas y cientos de heridos cuando un grupo de personas migrantes procedentes en su mayoría de Sudán y Sudán del Sur intentó entrar en la ciudad de Melilla. Existen vídeos y fotografías que muestran cuerpos tirados por el suelo entre charcos de sangre, cuerpos de seguridad marroquíes pegando a migrantes, la Guardia Civil española lanzando gases sobre quienes intentaban escalar la valla de entrada a Melilla e imágenes de cómo se negó el socorro a heridos agonizantes.
Estos hechos suponen una trágica escalada en la persecución que sufren en Nador, Tetuán, Tánger, El Aaiún o Dakhla. Los acuerdos firmados entre la Unión Europea y Marruecos para favorecer que sean las fuerzas marroquíes quienes eviten el flujo de migrantes hacia Europa ha provocado que, desde hace más de un año y medio, los emigrantes de Nador no tengan acceso a medicamentos ni a atención sanitaria, sus campamentos han sido incendiados y sus bienes saqueados, sus escasos alimentos destruidos e incluso se ha confiscado la poca agua potable de la que disponían.