«La crisis de la Iglesia es una crisis de salud espiritual, de humildad y servicio»
| Gabriel Mª Otalora
Me refiero al arzobispo George Gänswein, el que fuera prefecto de la Casa Pontificia y desempeñara después el papel de secretario privado del Papa emérito. Una persona que apunta un desmedido afán del “carrerismo” religioso, un afán de poder, en este caso eclesiástico, que tanto daño hace a la Iglesia a la que dice amar y representar.
El de Gänswein es un ejemplo muy claro entre muchísimos y por eso lo traigo a colación, precisamente porque él pudiera ser uno de los que menos ha disimulado, mitad por sentirse protegido por algunos de los enemigos de la línea profética de Francisco, mitad por su propia torpeza al gestionar sus apariciones en público, personales y escritas, evidenciando su pulso al Papa Francisco
Leo que Francisco ha recibido a Gänswein hasta en tres ocasiones en las que le ofreció varios destinos como arzobispo tanto en Alemania como en Italia. Lejos de aceptar la oferta del Papa, porfió para quedarse en el Vaticano. Incluso se ha publicado que se postuló para algún cargo en la Curia vaticana. Ante semejante ultimátum, el Papa le envía a la diócesis de Friburgo en Alemania a partir del 1 de julio d este mismo año.
Mi impresión desde hace tiempo, es que el clericalismo es un abuso que ha tenido demasiada manga ancha en la Iglesia. El camino sinodal, el Sínodo por la que el cardenal Burke reza todos los días para que no llegue a buen puerto, es el camino contrario por el que todos los católicos debiéramos transitar. No existe una clara ni suficiente denuncia profética que señale a quienes continúan maquinando para mantener a la institución eclesial como un poder paralelo al del Evangelio, a la manera de los dirigentes religiosos del tiempo de Jesús.
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