Ascensión del Señor A — 24 mayo 2020
Hechos de los Apóstoles 1, 1-11 — Efesios 1,17-23 — Mateo 28, 16-20
Los textos del nuevo Testamento que cuentan la historia de la Ascensión de Cristo nos obligan a aceptar por enésima vez que ha habido entre los evangelistas diversidad de puntos de vista, también diferencias, y a veces contradicciones, y a encontrarle a esto un significado cristiano, el de la unión en la diversidad que Pablo desarrollará con la imagen del Cuerpo. En Lucas, la obra de Jesús culmina en Jerusalén y allí comienza la misión de sus discípulos, que consistirá precisamente en alejarse de Jerusalén para encontrarse con las naciones. Y la Ascensión tiene lugar, cuenta Lucas al final del evangelio, en Betania, cerca de Jerusalén. Según Mateo, que insiste en el alcance universal de la obra de Jesús, ésta comenzó en Galilea, la “Galilea de las Naciones”, y fue en Galilea donde Jesús se despidió de los discípulos, situándolos así ante sus responsabilidades misioneras: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes”. Marcos no relató la Ascensión, pero aquellos que completaron su evangelio añadiendo 16,9-20 mencionan la marcha de Jesús con una pequeña frase en el versículo 19. En cuanto a Juan, observa la marcha de Jesús desde otra perspectiva, bien resumida en 16.7: “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré”. Hizo falta que Jesús se marchara para que nuestra comunión con Él se hiciera verdaderamente “espiritual”.
Texto completo: Ascensión del Señor A-Echeverría