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Una carta de Freire a quien pretenda enseñar

Esta reflexión forma parte del libro de Freire titulado Cartas a quien pretenda enseñar. En ella, nos advierte, se vuelca el «consejo» (o la sabiduría) del que ha ido haciendo reflexión de su práctica, pensamiento del ejercicio y ejercicio del pensamiento. En ella, también nos lo dice temprano, se habla de cualidades deseables en un educador. En un educador que se pregunta por su papel, por su función en la sociedad y no sólo por su función en la escuela (que también). Las cualidades de las que se hablan se adquieren siempre que seamos capaces de entender que educador-educando son papeles siempre intercambiables que siempre exigen un «nosotros» y un «contexto». Freire siempre nos ayuda a trascender nuestra cotidianidad de profesores. Pero también a no minusvalorarla ni dejarla de lado cuando pensemos (manuelaraus)

Por: Paulo Freire 

Me gustaría dejar bien claro que las cualidades de las que voy a hablar y que me parecen indispensables para las educadoras y para los educadores progresistas son predicados que se van generando con la práctica. Más aún, son generados de manera coherente con la opción política de naturaleza crítica del educador. Por esto mismo, las cualidades de las que hablaré no son algo con lo que nacemos o que encarnamos por decreto o recibimos de regalo. Por otro lado, al ser alineadas en este texto no quiero atribuirles ningún juicio de valor por el orden en el que aparecen. Todas ellas son necesarias para la práctica educativa progresista

Comenzaré por la humildad, que de ningún modo significa falta de respeto hacia nosotros mismos, ánimo acomodaticio o cobardía. Al contrario, la humildad exige valentía, confianza en nosotros mismos, respeto hacia nosotros mismos y hacia los demás. 

La humildad nos ayuda a reconocer esta sentencia obvia: nadie lo sabe todo, nadie lo ignora todo. Todos sabemos algo, todos ignoramos algo. Sin humildad, difícilmente escucharemos a alguien al que consideramos demasiado alejado de nuestro nivel de competencia. Pero la humildad que nos hace escuchar a aquel considerado como menos competente que nosotros no es un acto de condescendencia de nuestra parte o un comportamiento de quien paga una promesa hecha con fervor: «Prometo a Santa Lucía que si el problema de mis ojos no es algo serio voy a escuchar con atención a los rudos e ignorantes padres de mis alumnos». No, no se trata de eso. Escuchar con atención a quien nos busca, sin importar su nivel intelectual, es un deber humano y un gusto democrático nada elitista. 

Para seguir leyendo: https://educacionparalasolidaridad.com/2022/05/08/una-carta-de-freire-a-quien-pretenda-ensenar/


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Manolo Fernández