A Josefina se la conoce más vulgarmente como Bakhita, que es el sobrenombre que utilizamos generalmente cuando queremos referimos a ella; significa afortunada, y fue impuesto, oh ironías del destino, por los mismos negreros en el momento que la secuestraban de la forma más inesperada y que ella misma nos cuenta en su autobiografía. Había nacido Josefina a mediados del siglo. XIX, en el pueblo de Olgossa en Darfur y tenía 9 añitos cuanto sucedió algo terrible para ella. Paseando plácidamente con una amiga por el campo se les acercaron dos extranjeros y uno de ellos le pidió que fuera al bosque a buscar alguna fruta; Josefina obedeció y cuando ya se hubo internado en la selva la capturaron, trasladándola a El Obeid, donde fue vendida en el mercado de esclavos. Aquí comenzaría el calvario de una niña que fue pasando de amo en amo, a cual más crueles. La vida que le daban resultaba insoportable, sobre todo con uno de los amos cuando ella tenía 13 años, tuvo que soportar humillaciones y torturas, fue tatuada, le practicaban dolorosas incisiones y le aplicaban sal para evitar infecciones: “Sentía que iba a morir en cualquier momento, nos cuenta ella misma, en especial cuando me colocaban la sal”. La única solución a esta dolorosa situación hubiera sido escaparse y claro que lo intentó, pero nunca lo consiguió, hasta que cayó en manos del comerciante Calixto Leganini, que le dispensó un trato humano y digno.
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