La Unión hace la fuerza y la dispersión engendra debilidad. Un reino no puede estar dividido y luchar contra sí mismo porque entonces es como tener el enemigo en casa. La dispersión , la herejía , los cismas, el separatismo, estuvieron presentes en el amanecer del cristianismo y representaron serios peligros que llegaron a poner en jaque su integridad como construcción humana; bien mirado, resultaba, hasta cierto punto lógico, que hubiera problemas y conflictos, preferencias, opiniones, puntos de vista, confrontaciones, crisis, mayormente en el caso de Corinto , ciudad cosmopolita, donde convivían gentes de diversas culturas y mentalidades, razón por la cual el pluralismo casi se hacía inevitable. Desde tiempos del apóstol Pablo estos partidismos se venían dando dentro de una misma comunidad, en la que unos decían que eran de Apolo , otros de Pedro y otros de Pablo, aún con todo el cristianismo no cesaba de expandirse, penetrando en todas las clases sociales, movido por la fuerza de la gracia y el espíritu. A la Iglesia como construcción humana y social le faltaba por hacer una estructuración organizativa que con el tiempo habría de irse consolidando. En este sentido el pontificado de Clemente el tercer sucesor de Pedro, supuso un paso hacia adelante.
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