Antonio Fernández Vicente, Universidad de Castilla-La Mancha/ 30 julio 2023 22:41 CEST
Los trabajos de la filósofa Elena Pulcini analizan por qué perdemos la humanidad y la empatía, y cómo afecta la envidia a nuestras vidas.
Digamos que, hoy en día, proliferan las emociones que destruyen los vínculos afectivos. Una de esas emociones es la envidia. La filósofa italiana Elena Pulcini pensaba que es un obstáculo para la felicidad, una traición a lo que en realidad somos.
¿Por qué surge y qué consecuencias desencadena la envidia? ¿De qué manera podemos combatirla?
Quien es presa de la envidia parece preguntar a cada instante: ¿por qué esa persona sí y no yo? Decía el filósofo francés La Rochefoucauld que ésta es una pasión inconfesable. Nadie admitirá ser presa de la envidia. Cuando sentimos su mordisco, nos devora la rabia y germina en nosotros el deseo del mal ajeno.
Envidia proviene del latín in-videre: mirar hacia alguien con hostilidad. ¿Qué trasluce la mirada envidiosa? Para Pulcini, la envidia se origina en “el vértigo de la carencia”. La frustración prende la llama iracunda de la mirada aviesa. La envidia es una pasión colérica. Es la semilla del rencor y el resentimiento que hace florecer el odio en nuestro interior.
Tras la envidia se esconde la impotencia de un deseo incumplido. Refleja el amargor insoportable de saber que alguien lo ha hecho realidad. Quien envidia, aclaraba Pulcini, irá “en contra de sus propios intereses con tal de que otro tenga daño”. Por eso es una pasión triste, porque no beneficia a nadie.
Es la irritante tristeza de sentirse inferior en una interminable comparación con los demás. Y paradójicamente, la envidia se propaga más entre iguales.
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En lugar de odio y crueldad, urge movilizar pasiones que nos guíen en el cuidado de los demás y fortalezcan los maltrechos vínculos sociales.
En su último libro, Elena Pulcini postulaba la educación de las emociones para generar un futuro alternativo. Se trata de contraponer a pasiones negativas, como la envidia, las pasiones empáticas necesarias para forjar un mundo mejor:
“Las pasiones forman el cemento emotivo que no se debe menospreciar si queremos producir una metamorfosis que sea capaz de estimular y alimentar nuestra demanda de justicia y nuestra capacidad de cuidar”.