Creando puentes de solidaridad. MARINA Y MANU, son dos jóvenes navarros que han participado en esta experiencia tan especial de Tetuán.
Ellos nos cuentan lo vivido.
Nuestra aventura comenzó en el aeropuerto de Tánger. Nada más pasar el control tuvimos que cambiar algo de dinero a la moneda de allí, dirhams, para poder pagar el taxi que nos llevaría hasta Tetuán, no sin antes regatear infructuosamente el precio durante un largo rato. Por fin llegamos al que sería nuestro hogar durante la experiencia. Éramos un grupo de gente muy variada: personas del norte de España y del sur, con diferente edad y ocupación, pero eran precisamente esas pequeñas diferencias, junto con nuestra ilusión y ganas, las que daban vida al grupo y nos acabaron uniendo.
Tras presentarnos, tuvimos la oportunidad de escoger el ámbito de Tetuán en el que queríamos integrarnos y compartir experiencias durante esos días: un orfanato (llamado “LEN”, es decir: la esperanza de los niños), la asociación NOUR, cuya labor consiste en la asistencia e información a madres cuyos hijos tienen parálisis cerebral, el hospital español, en el que impartir clases de francés, informática y árabe a ancianos y un centro de acogida y apoyo para niños de la calle (con el nombre de “ANJAL”)
Al día siguiente de decidir los grupos nos pusimos manos a la obra.
Aunque fue una jornada de presentación, fue suficiente para conocer a la gente con la que íbamos a estar esas semanas y poder preparar actividades acordes a su edad y contexto.
Nuestra jornada diaria comenzaba con una breve oración que preparaban los guías del grupo: un momento de reflexión personal al comienzo de la mañana que nos daba fuerzas para el resto del día.
Después de desayunar acudíamos a nuestros respectivos proyectos: invertíamos dos o tres horas, realizando las actividades que previamente habíamos preparado: juegos con los niños, cuidados a los enfermos, clases y charlas con los mayores…
Tras la comida y un rato de descanso, comenzaban las actividades de la tarde, en las que el objetivo era introducirnos un poquito más en el mundo islámico en el que nos encontramos. Hicimos un poco de todo: charlas por parte de ciudadanos marroquíes, visitas a otras asociaciones y ONGs. Todo esto nos ayudó a conocer y comprender mejor el Islam, la cultura y sociedad del país, así como la realidad de las personas con las que trabajábamos en las asociaciones.
Una vez llegada la noche, hacíamos diferentes actividades, algunos días realizamos animaciones nocturnas en las que lo pasamos genial, paseos por la ciudad en los que disfrutamos del magnífico ambiente del Ramadán, ¡e incluso hubo días en que tan sólo nos dejamos caer en la cama rendidos por el cansancio!
Cuando llegaba el fin de semana nuestra actividad en las asociaciones se detenía por lo que aprovechamos este descanso para visitar algunos enclaves turísticos del Norte de Marruecos: Tánger, Asilah, Chefchaouen… preciosas ciudades que a muchos nos dejaron con la miel en los labios, deseando volver en otra ocasión para descubrir en profundidad todo lo que no pudimos ver de este fantástico país.
Nueve personas del grupo tuvimos la oportunidad de ser invitados a una fiesta típica del Ramadán, organizada en el centro de ANJAL. Nos vestimos con nuestras mejores ropas y nos dirigimos hacia la medina para disfrutar de aquella noche. Allí fuimos recibidos con abrazos de los niños y gestos de agradecimiento de los adultos que organizaban la cena. Sentados en diferentes mesas, nos integramos en el ambiente festivo. En cada mesa había una fuente de manjares de la que todos comíamos, mientras compartíamos bromas con los niños. Para nuestra sorpresa, cuando estábamos a punto de terminar de cenar, una banda de instrumentos típicos de Marruecos empezó a sonar y llenó la sala de un ritmo tan pegadizo, que de inmediato todos nos levantamos a bailar. Tras un rato de fiesta, nos hicimos alguna foto y nos despedimos: al día siguiente tocaba preparar juegos con los niños. Aquella experiencia no se borrará fácilmente de nuestra memoria.
Otra experiencia remarcable fue la oportunidad que tuvimos de vivir una cena de Ramadán con una familia marroquí: Shafika, la mujer con la que trabajamos en la asociación Nour, invitó a todo el grupo una noche a pasar por su casa para tomar algo y vivir este ambiente festivo.
Como no puede ser de otra manera, se nos quedan en el tintero multitud de experiencias, anécdotas, momentos, que hemos vivido durante estos 15 días: paseos por la medina, una cena un tanto especial, una acampada en la azotea… Todos ellos importantes y que nos ayudan a formar un grato recuerdo de nuestra experiencia en Tetuán.
Y llegó el día del que todos evitábamos hablar: la despedida. Una experiencia de este tipo hace que te unas mucho a la gente con la que la compartes, y nunca es agradable decir adiós… ¡Y por eso no lo dijimos! Pues nuestra despedida fue un “hasta pronto”. No será tan fácil borrar de nuestra cabeza la idea de volver a juntarnos. Tantos momentos juntos, compartiendo risas, aventuras y pasando por situaciones que en un futuro contaremos como anécdotas. Pues bien chicos… ¿cuál es nuestro próximo destino? Shokran y… Wada’an.