Eran las 10 de la mañana hora española (las 11 en Sudáfrica) del primer día de 2022, cuando comencé a imaginar este comentario, mientras se celebraba el funeral de estado de Desmond Tutu, arzobispo anglicano, premio Nobel de la Paz en 1984, y figura central en la lucha contra la injusticia racial en Sudáfrica, fallecido a sus 90 años el pasado 26 de diciembre. La ceremonia tuvo lugar en la catedral de San Jorge de Ciudad del Cabo, que en los años 1980 Tutu había convertido en un refugio para los activistas perseguidos por las fuerzas del régimen del apartheid, en el poder hasta 1994.
Saludando a los presentes (unas 100 personas a causa de las restricciones por el Covid) y “a las multitudes que hubieran querido estar aquí, allí donde se hayan reunido”, y que seguían la ceremonia por radio, televisión y pantallas desplegadas por todo el país, el Rvdo. Michael Weeder, Decano anglicano de Ciudad del Cabo, les recordó cómo “la sonrisa de Tutu movía a la gente como el viento mueve a las ramas”…
Artículo de José Ramón Echeverría Mancho: Sudáfrica comienza otra era