| Francisca Abad Martín
Hoy hablamos con toda naturalidad de la Maternidad Divina de María, sin embargo esta expresión no se utilizó, al menos de manera habitual y sistemática hasta el siglo XVII. Es cierto que en Oriente, a partir de los siglos III y IV, María es designada con el apelativo de “Teotokos”, que significa la que engendró a Dios. Pero entrado el siglo IV, un Patriarca de Constantinopla, llamado Nestorio, manifestó su disconformidad sobre el uso de semejante título y propuso que María fuera llamada “Kristotokos”, es decir la que engendró a Cristo. Esto es porque Nestorio afirmaba que en Jesucristo había dos personas, la del Verbo y la del Hombre y que la unión entre las dos naturalezas, la divina y la humana, no se realiza de una forma sustancial, sino solamente accidental y que por lo tanto María es Madre de Cristo, pero no es Madre de Dios.
Teodosio II, obispo de Roma, convocó un Concilio en la ciudad de Éfeso, en el año 431, atendiendo a la demanda de Cirilo, obispo de Alejandría y Nestorio, su homólogo en Constantinopla. María podía ser considerada madre de Dios en virtud de que bajo la misma persona de Cristo coexistían dos naturalezas: la divina y la humana distintas, si bien íntimamente unidas. Es lo que posteriormente habría de conocerse como la expresión “Unión Hipostática” a través de la cual se nos da a entender cómo en la misma persona de Jesucristo concurre la humanidad y la divinidad por lo que un mismo sujeto a la vez poseía tanto la naturaleza humana como la divina, de este modo el Verbo Encarnado sin dejar de ser verdaderamente Dios pudo ser también verdaderamente hombre al ser engendrado en el seno de María, la cual con toda propiedad se hace acreedora del glorioso título de Madre de Dios, porque eso es exactamente la persona que se engendró en su seno. El hijo pues de María es un Dios- hombre. No se trata de una mezcla de dos naturalezas sino de algo mucho más profundo cual es la unión consustancial de ambas. Nestorio se negó a reconocer la autoridad del Concilio. Su doctrina fue ampliamente examinada y condenada por unanimidad. Cuando el Concilio lo condenó como hereje y fue depuesto por el emperador y desterrado al Gran Oasis, lugar donde se retiraban los anacoretas y allí falleció.
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