La tragedia ha resistido el paso de los siglos en un eterno romance con el público
Hay detalles que tal vez el gran público no conozca acerca de esta obra clásica de la literatura universal. En primer lugar, el argumento lo toma Shakespeare del cuento escrito por un italiano, Mateo Bandello, en 1562. De allí parten las sucesivas traducciones, versiones y adaptaciones realizadas en varios idiomas y por distintos autores. El genio del dramaturgo inglés fue crear personajes adicionales, hacer fluctuar hábilmente la obra entre comedia y tragedia, y usar subtramas para dar más interés a la historia.
Antes de “Romeo y Julieta”, como han indicado los expertos, el amor no solía ser visto como tragedia y menos se le reconocía como digno de una trama semejante. Pero, como dijo Harold Bloom, Shakespeare “inventó la fórmula de lo sexual que se convierte en lo erótico cuando se cruza con la sombra de la muerte”. Esa fuerza novedosa explica su influencia sobre la literatura posterior.
Einar Goyo Ponte, escritor, crítico literario y profesor de la Universidad Católica Andrés Bello comenta, con ocasión de este aniversario, sobre una obra que para muchos puede estar teñida de rosa pero que en realidad es un drama en toda regla, de los más versionados en la historia de la literatura: “Se explica porque es el arquetipo moderno de la pareja de enamorados, de los amantes en la historia, no solo de la literatura, sino de Occidente. Y es que la gente relaciona lo que es amar, la pareja enamorada con el destino -previsible o no- de los amantes con la historia de Romeo y Julieta”
Ciertamente, en la antigüedad no se consideraba al amor con rango para protagonizar un drama. De allí la importancia de la génesis argumental, un relato o novela, como llamaban al género en Italia, que tiene como escenario un pequeño pueblito de ese país. Shakespeare encontró allí una veta que prendió de tal manera en la cultura que es lo que explica que 425 años después, siga vigente.
El secreto de Shakespeare
Su enfoque muy particular hizo que “Romeo y Julieta” adquiriera actualidad y se insertara, como si nada, en la modernidad. Pero el secreto tal vez esté en la poesía con la que escribe lo que ocurre a esos amantes, lo que ellos dicen, la manera como se encuentran y se comunican; pero, puntualiza Ponte, “sobre todo en el lenguaje y el discurso está asentado el éxito.
La obra no es grande, ni hermosa, ni perdura ni se le queda a la gente en la memoria cuando la ve en un escenario en sus distintas versiones de teatro, ópera, piezas sinfónicas o filmes porque refleje la historia de una pareja enamorada, sino que el atractivo está en lo que esos dos jóvenes dicen y se dicen mutuamente”.
Son, en verdad, unos diálogos bellísimos y eso mismo permite que se le hayan dedicado tantas versiones, poéticas, teatrales, cinematográficas y musicales. Incluso hay novelas y series de televisión que han tomado sus guiones y libretos de esa temática. “De hecho –continúa Ponte- se ha dicho que el guionista más solicitado en Hollywood no es ninguno de los escritores vivos, es William Shakespeare. La cantidad de películas realizadas sobre guiones de ese autor son memorables!. Si estuviera vivo sería el escritor mejor pagado”. Tal vez no habría con que pagarle, diríamos mejor.
El amor cortés
Lo que el inglés agregó y que imprimió tanta fuerza al relato del italiano fue, sin duda, la fusión de las imágenes que culturalmente extrajo de un fenómeno literario medieval.
“Es lo que llamamos en las clases de literatura de esta disciplina el amor cortés, lo cual es un fenómeno interesantísimo, pues marca la manera como nosotros, hoy en día, entendemos y practicamos el amor; esa idea de que debe haber una pareja en algún lugar del universo que espera por nosotros. Es platónico en su origen pero los trovadores del medioevo crearon ese imaginario: debe haber alguien en el mundo que nos complete y nos complemente, ese amor rotundo que definiría nuestra existencia.”
A partir de allí, se desarrolla el imaginario que propicia el amor cortés, conceptos que van desde la noción del amor como herida, el dolor gustoso, ese dolor que uno prefiere a no estar enamorado, a no conocer el amor nunca. Esa idea del amor como dolor pero dolor placentero nace con el amor cortés.
La idealización de la mujer, procedente también de la Edad Media, es otra idea que Shakespeare retoma, además de una noción crucial pero polémica, el amor extramarital.
“Cuando el amor cortés y la poesía de los trovadores surgen, el matrimonio en occidente, desde la edad media hasta los primeros años del siglo XX en nuestra cultura, el matrimonio no era algo que se establecía por amor. No era el amor el componente fundamental para que una pareja se casara, sino los compromisos de la familia, los negocios, la política, el comercio, la herencia. El amor era considerado una suerte de enfermedad juvenil, algo que los jóvenes padecen y que, gracias a Dios, con los años se pasaba”.