WASHINGTON – La inteligencia artificial (IA) ofrece un asombroso potencial de avance en diversos campos, desde la medicina a la agricultura, pasando por la industria y el negocio del entretenimiento, aunque genera importantes preocupaciones. La IA también puede mejorar la eficiencia de la producción y el uso de la energía de forma que se reduzcan las emisiones de gases de efecto invernadero.
Pero la IA requiere mucha capacidad computacional, alimentada por electricidad, que a su vez puede generar emisiones adicionales.
Por desgracia, según los modelos climáticos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) y otros organismos, no hay espacio para una nueva fuente adicional de emisiones energéticas. Por consiguiente, la IA debe tener emisiones netas cero para mantener nuestros objetivos climáticos.
La IA puede reducir las emisiones en multitud de actividades y sectores. Por ejemplo, la IA puede ayudar a reducir las emisiones de la industria manufacturera, los sistemas alimentarios y el transporte por carretera, al tiempo que aumenta la producción de electricidad con cero emisiones de carbono a partir de parques solares y eólicos.
Pero informes recientes apuntan a una demanda creciente, sobre todo en Estados Unidos, de más producción de electricidad, impulsada en parte por las necesidades informáticas de la IA. Esto conlleva un aumento de las emisiones.
Además, como Nvidia (la mayor corporación mundial en computación de inteligencia artificial) ha anunciado su nuevo y más potente chip de rendimiento de IA, es probable que la creciente demanda de IA y la electricidad que necesita aumenten aún más.
Y esto ocurrirá no sólo en Estados Unidos, sino en todo el mundo, como refleja el plan de Arabia Saudí de invertir 40 000 millones de dólares en IA.
Aunque es posible que la IA aumente la eficiencia, podemos anticipar un incremento neto de la demanda de electricidad, sobre todo a medida que la industria del entretenimiento y otras desarrollen usos nuevos y creativos para la IA.
Este aumento impulsado por la IA comenzará probablemente en los próximos años, mucho antes de que la red eléctrica haya tenido tiempo de pasar del actual sistema basado en combustibles fósiles a otro de bajas emisiones dominado por las energías renovables.