KUALA LUMPUR – La hipocresía climática de las naciones ricas está acelerando el calentamiento global, acercando al planeta a una catástrofe irreversible, cuyas peores consecuencias recaerán sobre los más pobres, tanto países como ciudadanías.
Injusticia climática
Los discursos oficiales y otros públicos reconocen o incluso invocan la necesidad de una responsabilidad colectiva, pero la disparidad de culpabilidad entre los países ricos y el mundo en desarrollo es patente.
Históricamente, los países del Norte industrial han sido los principales responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero, pero siguen eludiendo su parte de responsabilidad.
La idea de un reparto equitativo de la carga de la lucha contra el cambio climático oculta convenientemente las emisiones desproporcionadamente más altas y la explotación histórica de los países ricos.
Las nuevas y pretendidamente ambiciosas políticas climáticas equitativas de la Unión Europea, como el Mecanismo de Ajuste en la Frontera del Carbono (CBAM, en inglés), continúan con esta hipocresía.
Aunque aparentemente pretenden reducir las emisiones, estas medidas gravan más a los países en desarrollo, profundizando aún más las desigualdades mundiales.
¿Son mejores las soluciones de mercado?
Del mismo modo, los impuestos sobre el carbono, los precios y los sistemas de comercio de derechos de emisión hacen mucho más difícil que las naciones con menos recursos puedan permitirse una acción climática adecuada.
Tienen pocos recursos para adaptarse al calentamiento global y sus efectos, y mucho menos para permitirse las costosas transiciones hacia tecnologías más limpias y otras medidas de mitigación.
Además, los países desarrollados han trasladado sus industrias de alto consumo energético al Sur para exportar sus emisiones. De este modo, trasladan de hecho la culpa mientras consumen la mayoría de los bienes y servicios producidos con elevados costes medioambientales.