Según el diccionario, polaridad “es la condición de lo que tiene propiedades o potencias opuestas, en partes o direcciones contrarias”. Lo de direcciones contrarias nos suena bastante porque seguramente nos habrán acusado más de una vez de comportarnos de manera contradictoria y otras muchas, a regañadientes, hemos tenido que reconocer que era verdad. Consuela un poco que le pasara también a san Pablo cuando decía que no sabía lo que le pasaba: en vez de hacer lo que quería, hacía justamente lo contrario (Cf Rom 7, 15).
La culpa – decimos- es de esos polos enfrentados que tiran de nosotros en direcciones opuestas y nos llevan a decir por ej.: “yo soy de los convencidos de las bondades del madrugar pero, cuando suena el despertador, pienso ¡cuántos beneficios tiene también el sueño!”. “Soy defensor acérrimo de lecturas serias y profundas y prefiero los documentales de la 2, pero, claro, necesito también distenderme y por eso me engancho a las series de Netflix…”. “El colesterol disparado me ha hecho decidir un cambio en mis hábitos de alimentación, pero tampoco voy a hacerle un feo a mi cuñada que ha traído esta sobrasada de Mallorca… ”.“Ya sé que la oración es importantísima, pero es que no quiero evadirme de la realidad y para no correr ese peligro, nunca le dedico tiempo…”
Para seguir leyendo: https://www.religiondigital.org/un_grano_de_mostaza/Polaridades_7_2314638516.html