La dificultad para reducir los niveles de pobreza y desigualdad en África se debe a la incapacidad de lograr un desarrollo equitativo en el continente y a la falta de servicios sociales para los trabajadores.
El crecimiento de las economías y la mejoría en los indicadores de pobreza de varios países africanos trajeron la promesa de un aumento en la calidad de vida para la población del continente en las últimas décadas. Sin embargo, África tenía que alcanzar estas expectativas partiendo de los niveles más altos de pobreza en el mundo, y una gran desigualdad (el legado de los proyectos coloniales europeos).
Pese al crecimiento económico de las últimas décadas, el número de personas viviendo en condiciones de pobreza multidimensional ha aumentado y se prevé que alcanzará una cifra de más de medio billón de personas en 2030 (el doble que en 1990).
La persistencia de la pobreza en el continente se relaciona con los modelos económicos de sus países, que zanjan el acceso a las oportunidades y las recompensas económicas para la mayoría de la población, la dificultad para crear industrias más allá de la extracción de recursos naturales y la debilidad de instituciones estatales.