El Papa vive un emotivo encuentro con las víctimas de la violencia en el este de la RDC
Francisco no pudo desplazarse, por razones de seguridad, hasta el corazón de las tinieblas que -sobre todo- el este de la República Democráticas del Congo (RDC). Pero las víctimas de ese corazón que se desangra sí acudieron a visitar a quien saben que, además de consuelo, puede llevarles un poco de esperanza con su denuncia activa de los desmanes que se están produciendo en Bunia, Beni-Butembo, Goma, Masisi, Rutshuru, Bukavu, Uvira, la geografía del terror, “lugares que los medios de comunicación internacionales no mencionan casi nunca”, como señaló Francisco durante el emotivo encuentro celebrado en la Nunciatura, en Kinshasa, en la segunda jornada de su viaje apostólico al Congo.
Tras la jornada festiva de la mañana, todo música, baile, alegría en la misa multitudinaria que se celebró bajo un calor sofocante, la tarde fue el momento de las lágrimas y el dolor. “Sus lágrimas son mis lágrimas, su dolor es mi dolor. A cada familia en luto o desplazada a causa de poblaciones incendiadas y otros crímenes de guerra, a los sobrevivientes de agresiones sexuales, a cada niño y adulto herido, les digo: estoy con ustedes, quisiera traerles la caricia de Dios”, les dijo un conmovido Francisco todavía por los testimonios que había escuchado de las víctimas de la violencia en uno de los países más ricos y, paradójicamente, más pobres del planeta.