Pese al incumplimiento de las metas del Acuerdo de París para 2020, las decisiones de mitigación y financiación alcanzadas en la COP26 pueden ser un signo de que el paso a la necesaria acción climática está más cerca.
Para unos, la COP26 ha sido decepcionante, mientras que a otros les parece que marca un hito en el proceso frente al cambio climático.
El claro incumplimiento de los dos mandatos del Acuerdo de París para el 2020 – recaudar 100 mil millones de dólares anuales para los países en desarrollo y presentar planes nacionales más ambiciosos de reducción de emisiones– dan la razón a los primeros.
Los segundos ponen énfasis en que el Pacto Climático de Glasgow ha sido consensuado por unanimidad así como en las nuevas acciones de mitigación y financiación anunciadas. Las consideran la transición desde la fase de elaboración de las reglas al arranque de la fase de implementación.
Es comprensible la decepción expresada por diversos grupos científicos y sociales. Para ellos esos dos incumplimientos producen una gran desconfianza en que se llegue a hacer realidad mucho de lo que pueda haberse acordado en esta COP26. Tampoco ayuda el medido lenguaje que se usa en las arduas sesiones de los negociadores y en la comparecencia de los políticos.
Pero no hay que olvidar que la mitigación del cambio climático es un problema global, lo que obliga a amplios consensos donde, además, se perciben agravios comparativos. Los países desarrollados piden a los otros que la energía para su progreso no se base en la misma que a los primeros les ha dado una riqueza y bienestar que quieren acrecentar. Los futuros riesgos son compartidos aunque con desigual gravedad. En este escenario son inevitables las reticencias y, por tanto, el lenguaje debe ser “delicado”.