Inés Monjas Casares, Universidad de Valladolid / 2 junio 2022 20:42 CEST
Las relaciones saludables y positivas son necesarias para el bienestar físico, psicológico y social. Las negativas y tóxicas pueden provocar soledad y sufrimiento.
A lo largo de nuestra vida y, como seres sociales que somos, formamos distintos lazos con nuestros iguales. Desde los superficiales e instrumentales, de cortesía, hasta los más íntimos de comunicación, confianza y afecto profundo. De este modo vamos cimentando una red de relaciones que constituyen nuestro tejido social.
En función del grado de intimidad y afecto se contemplan cuatro categorías progresivas:
En función del afecto predominante se encuentran las relaciones positivas y agradables, que están cimentadas en emociones placenteras de alegría, amor, seguridad, placer…
Las relaciones negativas y desagradables están basadas en emociones negativas de tristeza, miedo, desesperanza o violencia.
Considerando el grado de simetría y equidad aparecen por una parte las relaciones igualitarias, equitativas y simétricas en las que las personas están en situación equilibrada de igualdad, con la misma capacidad de poder y decisión. Son recíprocas, porque hay un intercambio bidireccional que asegura la equidad y el balance de los participantes. Los vínculos fraternales, los de compañerismo, los de amistad o los de pareja pueden ser ejemplos.