Tras muchos intentos, conseguimos entrar en Mekele, la capital de Tigray, con un primer equipo de Médicos Sin Fronteras (MSF) el 16 de diciembre, más de un mes después del comienzo de la violencia en la región. En aquel momento, la ciudad estaba todavía bastante parada. Había electricidad, pero no suministros básicos. El hospital local, de tercer nivel, funcionaba a un 30% o un 40%, con muy pocos medicamentos. Lo más significativo es que casi no había pacientes, lo que siempre es una muy mala señal. Evaluamos la estructura con la mente puesta en derivar allí en cuanto pudiéramos a pacientes desde Adigrat, a 120 kilómetros más al norte de Mekele.
Llegamos a Adigrat, la segunda ciudad más poblada de Tigray, el 19 de diciembre. La situación era muy tensa y su hospital de atención secundaria estaba en pésimas condiciones. La mayoría del personal sanitario se había marchado, apenas había medicinas y no había alimentos, ni agua, ni dinero. Algunos pacientes que habían sido ingresados por trauma estaban desnutridos. Suministramos medicamentos y compramos comida de urgencia en los mercados que aún permanecían abiertos en Mekele; junto con el personal del hospital limpiamos la estructura, organizamos la recolección de desechos y poco a poco lo rehabilitamos para tener otro centro de referencia.
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