Fue un gran paso, pero solamente el primero, la nominación de tres mujeres em el Dicasterio de los Obispos, responsable por la elección de los obispos en la Iglesia. Tenemos la esperanza de que apenas se abrió una pequeña puerta para las mujeres cristinaas puedan participar de todos los oficios y servicios al Pueblo de Dios.
Santo Tomás de Aquino en la Suma Teológica, ya en su primera cuestión, al abordar el objeto de la teología, dejaba claro que ella puede abordar cualquier tema, siempre que lo haga a la luz de Dios. En caso contrario perdería su pertinencia. Por lo tanto, en esta perspectiva, cabe preguntarse acerca del sacerdocio de las mujeres, realidad que les fue negada en la Iglesia romano-católica. Y considerar las buenas razones teológicas que garantizan su conveniencia.
Antes de todo hay que afirmar que la dimensión de lo femenino no es exclusiva de las mujeres, pues tanto los hombres como las mujeres son portadores, cada cual en su propio modo, de lo masculino y de lo femenino. Esto vale también para Jesús de Nazareth, plenamente humano como es plenamente divino.
El así llamado “depósito de la fe”, es decir, la positividad cristiana no es una cisterna de aguas muertas. Ella se reaviva confrontándose con los cambios irrefrenables de la historia, como en el caso suscitado por el Sínodo de la Amazonia y ahora suscitado por las tres mujeres que van a participar del Dicasterio de los Obispos.