“Si yo soy negro y de la etnia peul, ¿con quién piensas que me identifico más? ¿Con un árabe que vive a mil kilómetros de mi pueblo, al norte del país, o con un guineano que también sea negro y peul, uno que viva a cien kilómetros al sur de mi pueblo?”. Así explica Abdulaye, un patriota maliense originario de un pequeño poblado próximo a la ciudad de Yanfolila, al suroeste del país, su identidad.
Expone al comienzo de su discurso que la proximidad geográfica, el color de la piel y la etnia que comparten sus ancestros son rasgos de fraternidad superiores a las líneas que delimitan su nación. Sí, él es maliense por encima de su identidad peul; y sí, se niega a que los árabes y las comunidades del norte se independicen de Mali porque, hermanos o no, pertenecen al mismo país. Pero reconoce sentirse más identificado en términos de amistad y de cultura con un guineano peul que con un compatriota árabe.
Si Azawad, nombre con que se conocería a una nación independiente al norte de Mali, consiguiera su deseada independencia, el país africano perdería un 72% de su territorio. Si Azawad se independizara, Mali pasaría de ser la vigesimotercera nación más grande del mundo a ocupar el puesto número 134. Es por esto que Abdulaye, como tantos otros malienses del sur, recela de o desprecia a los habitantes del norte, pero se resiste con todas sus fuerzas a la idea de dejarles ir.
El conflicto norte-sur, o mejor, la resistencia del norte frente a cualquier movimiento que consideren invasor, se remonta a los tiempos anteriores a la colonización. Las comunidades tuaregs y árabes que viven en el Sáhara se han enfrentado en numerosas ocasiones a los imperios que han florecido en el sur y el centro del país, desde el imperio de Mali hasta el imperio Songhai, pasando por los reinos fulani que florecieron en los siglos XVIII y XIX.
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