Este es el primer capítulo de cinco sobre movimientos independentistas de pueblos de África. Una serie original de Alfonso Masoliver para África Mundi que busca ahondar desde la calle en las aspiraciones secesionistas de los Yoruba, Togolandia Occidental, Tigray, Azawad y Casamance.
Cuarenta millones de individuos conforman la etnia yoruba, aunque puede que sean treinta o cincuenta millones. Nadie lo sabe a ciencia cierta. El último censo oficial de Nigeria, el país donde habitan la mayoría de ellos, fue publicado en 2006 bajo serias acusaciones de manipulación y desde entonces no se han arrojado nuevos datos.
Lo único que parece claro es que la población yoruba supera el número de habitantes de 160 países, entre los que se incluirían Marruecos, Canadá o Venezuela. Los yoruba son una nación sin Estado propio. Los tentáculos de su diáspora llegan a las vecinas Sierra Leona, Ghana, Benín y Togo, pero también se calcula que los antepasados de al menos 3 millones de estadounidenses vinieron desde los reinos yoruba arrastrados por la esclavitud.
Escasas culturas africanas pueden alardear de una tradición más rica y profunda que los yoruba, cuyos inicios se remontan a tiempos donde la memoria del hombre se difumina. La religión yoruba cuenta con unas 6.000 deidades menores (entre espíritus y divinidades familiares), siendo la fe africana con un mayor número de dioses.
Las figuras de bronce de los yoruba sirvieron de inspiración para los archiconocidos bronces de Benín creados por los reinos Edo. El actor David Oyelowo, el artista Yusuf Grillo y el delantero Emmanuel Adebayor son sólo algunos ejemplos del variado talento que ofrecen los yoruba al mundo actual.
Sociedades secretas como la logia Ogboni, máscaras y misterios son las características comunes que les han atribuido los europeos en el pasado, pero, escarbando en su tradición, encontramos además un complejo sistema social cuyo desarrollo cultural caracteriza a los yoruba del siglo XXI como una comunidad donde las aspiraciones evolucionan y difieren de las de sus antepasados.
Sobre sus orígenes se conoce poco: algunos yoruba entrevistados a pie de calle aseguran que llegaron hace milenios procedentes de Arabia, momento en que expulsaron a los pobladores de la costa occidental de la actual Nigeria y ocuparon sus ciudades; su mito fundacional especifica que fue Oduduwa, dios del cielo, quién creó por encargo de su padre las siete ciudades principales del pueblo yoruba.
Las siete ciudades –Owo, Sabé, Popo, Benín, Ife, Ketu y Oyo– funcionaron en sus inicios como una suerte de ciudades-estado, conocidas en yoruba como Ìlú, con fuertes vínculos culturales entre sí, aunque poseedoras de cierta independencia en cuestiones de economía y gobierno. La Ìlú de Oyo alcanzó la categoría de imperio y se extendió por 150.000 kilómetros cuadrados a lo largo de las actuales Nigeria, Togo y Benín. Otras, más débiles, fueron engullidas por reinos mayores.
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