Por Sara Creta • última actualización: 22/06/2020 – 15:11
Ningún amigo o familiar estaba esperando en la terminal de carga del aeropuerto de Lagos cuando el vuelo aterrizó desde Libia en una húmeda noche de febrero.
Después de descender las escaleras del avión, uno de los pasajeros – visiblemente conmovido – se arrodilló en el asfalto y besó el suelo antes de hacer la señal de la cruz.
Estaba claro que para algunos de los 160 inmigrantes a bordo del vuelo, volver a su país era una bendición – pero una con varias aristas. La vida en Libia había sido violenta y peligrosa, y los migrantes que regresaban a casa habían pasado meses o, más a menudo, años en prisiones y centros de detención. Pero para muchos de los que regresaban, la vida en Nigeria no era mucho mejor.