

Los compromisos de los países siguen muy por debajo de los que los informes científicos sugieren como necesarios para no superar un calentamiento global de 1,5 ºC.
Podemos intuir cuándo una cumbre no va a ser un éxito antes de que se celebre. Las conferencias de las Naciones Unidas sobre cambio climático (COP) son cumbres políticas, para políticos. Los acuerdos que se deben tomar en estas cumbres son de gran calado y deberían ser legalmente vinculantes, de forma que necesitan negociaciones políticas arduas durante los años previos a que se celebren.
La pandemia de la covid-19 y el Brexit (el país organizador de la COP26 es el Reino Unido) parecen haber relegado a un segundo término la COP a la vista de los resultados obtenidos. Da la impresión de que se llegó sin los deberes hechos.
Cuando un país se toma en serio sus compromisos y toma decisiones de calado a muy largo plazo, las lleva antes de una COP a su parlamento. Lo hizo Angela Merkel en septiembre de 2019 antes de la COP25 celebrada en Madrid. El parlamento alemán aprobó un plan de choque contra el cambio climático y su financiación.
Joe Biden lo intentó hace unas semanas con el plan más ambicioso de la historia americana contra el cambio climático, pero no fue aprobado en su congreso. Si lo hubiera conseguido, la COP26 quizás habría tenido más éxito.