“Dos acontecimientos acaban de puntuar la vida de la Provincia de España de los Padres Blancos: los Ejercicios Espirituales, predicados por una religiosa del Sagrado Corazón, María Victoria González, y la Asamblea Post-capitular. Ambos acontecimientos, aunque aparentemente de lejana vinculación, han llevado el sello de la Pascua. No hay renovación que no esté vinculada de alguna manera a un despojamiento, a una purificación, a un sacrificio, a una muerte. La fiesta de Pascua nos lo recuerda de manera elocuente. Vivimos una época de cambios en todos los ámbitos: cambios en la sociedad, cambios en la vida religiosa, cambios en la vida misionera, cambios en la cultura… Algo nuevo está naciendo que no acaba de nacer. Algo viejo muere que no acaba de morir. Nos cuesta situarnos; nos cuesta encontrar el rumbo; andamos perdidos en el camino, acaso decepcionados, como los discípulos de Emaús.
Cristo resucitado viene a acompañarnos en nuestro camino y a ayudarnos con su visión de las cosas a releer nuestra historia personal, institucional y comunitaria. Las apariencias son engañosas. Habíamos planteado la vida según otros criterios: el éxito y el prestigio, las cosechas abundantes y las redes repletas de peces. Y es lo contrario lo que se vislumbra. No hay peces ni cosechas. La sombra del fracaso se cierne sobre nuestros proyectos. Estamos en momentos de crisis: los jóvenes parece que nos abandonan, la religión parece que no interesa a las mayorías, la fe parece que no tiene relevancia, no hay relevo de jóvenes en Europa, la época de las grandes multitudes en torno a nosotros parece haber pasado, definitivamente. Necesitamos otra relectura de lo que acontece.
Necesitamos que el Señor venga a nuestro lado para ver el momento presente desde otras perspectivas; “Si el grano de trigo no muere, no produce fruto, pero si muere produce mucho fruto”. Los proyectos de Dios no siguen nuestros caminos. Hace falta que lo que está ocurriendo, ocurra para que surja la vida. La perspectiva de la resurrección lo cambia todo. La muerte a ciertos proyectos del pasado es camino de resurrección y de vida. En la perspectiva de Jesús, muerto y resucitado, este período de crisis no es signo de fracaso, sino una oportunidad para renovarnos, nacer de nuevo, ver más claro, resucitar, apoyados en Cristo saliendo del sepulcro. La resurrección de Jesús cambia todas las perspectivas. El fracaso es pura apariencia. Dios le ha dado la razón. Cristo vive. Ha resucitado.
Esto es lo que toca en esta perspectiva: podar para que quede la sustancia del pasado: la belleza del alma, la bondad del corazón, la ternura hacia los demás, hoy más que nunca. Esa es la resurrección a la que nosotros participamos. No hay lugar a dudas. El testimonio personal, nuestra convicción de fe en Jesús, nuestra esperanza es lo mejor que podemos ofrecer en este último tramo de nuestras vidas. Con Cristo, como decía Teilhard de Chardin: “Lo mejor está siempre por llegar, y el futuro es mejor que cualquier pasado”.
¡FELICES PASCUAS!
Agustín Arteche, mafr