Estamos viviendo un momento precioso de vida. En medio del desconcierto, de la oscuridad y del miedo que puede invadirnos, el Señor nos recuerda que Él es la luz, nuestra heredad y refugio. Sólo tenemos que hacer lo que Dios mismo nos dijo ya en el Tabor: ESCUCHADLE.
Por eso, os invito, lleno de esperanza, a que sepamos ser más orantes, ser más de Dios, ser presencia encarnada de Jesús y llevemos el Señor a todos con nuestras plegarias, nuestra comunión, aunque sea espiritual, y nuestras sonrisas y responsabilidad con todos y para todos.
(…)
“Oh María, tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza.
Nosotros nos confiamos a ti, Salud de los enfermos, que bajo la cruz estuviste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe.
Tú, Salvación del pueblo romano, sabes de qué tenemos necesidad y estamos seguros que proveerás, para que, como en Caná de Galilea, pueda volver la alegría y la fiesta después de este momento de prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y a hacer lo que nos dirá Jesús, quien ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y ha cargado nuestros dolores para conducirnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección. Amén.
Bajo tu protección buscamos refugio, Santa Madre de Dios.
No desprecies nuestras súplicas que estamos en la prueba y libéranos de todo pecado, o Virgen gloriosa y bendita”.
Papa Francisco, 11 marzo 2020