La cruz como instrumento de tortura
La antigua práctica de la crucifixión es probablemente de origen persa. Fue utilizada por primera vez por los «bárbaros» como castigo político y militar para personas de alto rango. Los griegos, y más tarde los romanos, la adoptaron. En el Imperio romano, solía ir precedida de una flagelación y el propio condenado llevaba el travesaño hasta el lugar de tortura. También se practicaba en el mundo judío.
La forma de la cruz era variada: podía ser una simple estaca recta, o podía tener la forma de una T mayúscula (tau griega) con el travesaño fijado en la parte superior de la vertical, o podía ser una horquilla de dos puntas, o podía adoptar la forma de una cruz latina con el travesaño horizontal más encajado en el vertical. Una señal indicaba el motivo de la tortura. El condenado podía estar completamente desnudo, con la cabeza hacia arriba o hacia abajo, a veces empalado, con los brazos extendidos.
Este castigo solo se aplicaba a las clases más bajas de la sociedad y a los esclavos. Los ciudadanos romanos no solían ser sometidos a ella, a menos que la gravedad de su delito hiciera que se les considerara despojados de sus derechos cívicos. También se aplicaba a extranjeros sediciosos, criminales y bandidos. Así ocurrió en Judea durante los diversos disturbios políticos de la época de Jesús. Las fuerzas romanas abusaron de él contra los judíos.
A la crueldad de la crucifixión -una muerte lenta que daba rienda suelta a una serie de gestos sádicos- se unía su carácter infame (Celso), escandaloso e incluso «obsceno». Al crucificado se le privaba normalmente de sepultura y se le abandonaba a los animales salvajes o a las aves de rapiña. La cruz era un «signo de vergüenza», un «poste infame», «un madero criminal» (Séneca), «la tortura más cruel y repulsiva» (Cicerón). «La muerte en la cruz, la infamia suprema», decía Orígenes. Se le atribuía, pues, un gran poder de disuasión. Su finalidad era deshumanizar al máximo la muerte y privar a la víctima de toda dignidad en la forma de morir. Por lo general, se debatía con gritos atroces.
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