NACIONES UNIDAS – Desde el siglo XVI hasta finales de la década de los 60 del siglo pasado, Francia fue descrita como la segunda potencia colonial del mundo, solo por detrás del Imperio Británico.
Un viejo refrán asegura que “el sol nunca se pondría sobre el Imperio Británico porque Dios no confiaría en un inglés en la oscuridad”. La pregunta es: ¿podría decirse lo mismo del imperio colonial francés?
Los golpes militares en tres antiguas colonias francesas -Burkina Faso, Malí y, desde el 26 de julio, Níger- son quizás un indicio del principio del fin de los lazos poscoloniales y neocoloniales franceses con África occidental.
Los tres líderes militares se están volviendo hacia Rusia y el grupo mercenario ruso Wagner en busca de nuevas alianzas políticas, económicas y militares.
El titular de un artículo de The New York Times de comienzos de agosto resumía la situación: “La influencia menguante para Francia, el colonizador que se quedó en África occidental”.
El golpe de Estado en Níger, un país sin salida al mar de unos 25 millones de habitantes, probablemente provocará la salida de más de 2500 soldados occidentales, entre ellos 1100 estadounidenses, que estaban destacados en el país de África Occidental para luchar contra grupos militantes antiestadounidenses y antioccidentales.
En Níger, al golpe también sucedió un fuerte apoyo público a Rusia, con manifestantes ondeando su bandera, y movilizados a favor de Moscú por contraposición al comportamiento de París con su antigua colonia.
Stephen Zunes, profesor de Política en la estadounidense Universidad de San Francisco, dijo a IPS que muchos africanos albergan “un resentimiento comprensible” hacia el neocolonialismo francés y sus colaboradores locales.
“Desgraciadamente, a pesar de la falta de un legado colonial, la influencia rusa es aún peor. Apoyan a algunos de los peores señores de la guerra de la región, a líderes militares reaccionarios y a elementos criminales», afirmó.
El portavoz del Departamento de Estado de Estados Unidos, Matthew Miller, dijo a los periodistas: «He oído preguntas sobre estas protestas, a veces en esta sala de reuniones, y a veces la gente asume que el hecho de ver gente en las calles es una expresión de apoyo real, en lugar de personas que podrían haber sido pagadas para aparecer en las protestas».
Quitó importancia a las manifestaciones pro-rusas en Niamey, la capital nigerina, y otras ciudades, y calificó como extraño que “si tu país está sufriendo un intento de toma militar, la idea de que lo primero que alguien haría es correr a una tienda y comprar una bandera rusa”.
“Me parece un escenario poco probable”, consideró.