Por Emmanuel Hitimana
– Cuando en 2011 Ruanda se comprometió a reforestar dos millones de hectáreas de su capa boscosa, dentro del objetivo mundial de restaurar 150 millones de hectáreas de bosques degradados para 2020, había muchas dudas sobre si este país del centro-oriental de África podría lograrlo.
Densamente poblado y con una pequeña superficie, el país tenía muchas limitaciones para avanzar hacia esa meta, como parte del Desafío de Bonn, un compromiso mundial en que hasta ahora participan 44 países y que también establece que para 2030 se hayan restaurado un total de 350 millones de hectáreas de bosques en el mundo.
Además de la disponibilidad limitada de tierra, en un país con una superficie de tan solo 2,4 millones de hectáreas o 24 000 kilómetros cuadrados, había otros obstáculos como una topografía de pendientes pronunciadas y una de las tasas de erosión del suelo más altas, según las Naciones Unidas.