Iker Martínez Fernández, UNED – Universidad Nacional de Educación a Distancia/7 noviembre 2023 19:31 CET
Hace más de dos mil años nació el movimiento filosófico del estoicismo, que sigue presente en nuestras vidas. ¿Por qué?
En los últimos años, estamos asistiendo a un potente resurgir de lo que se ha venido conociendo como movimiento neoestoico. Pero ¿puede una filosofía tan antigua y desplegada bajo circunstancias tan distintas como es el estoicismo ayudarnos a superar emocionalmente nuestras incertidumbres actuales?
Más de dos mil años nos separan del nacimiento de la escuela estoica. En su momento, fue una filosofía novedosa que situaba la racionalidad del universo, el logos, como la piedra angular de un sistema con indudables efectos prácticos. Nació en la Stoa Poikile, un monumento de la antigua Grecia situado en el ágora de Atenas, el centro de la ciudad. Precisamente por la costumbre de Zenón de Citio, fundador del estoicismo, de impartir lecciones allí, esta escuela filosófica lleva su nombre.
Enseñaba una física materialista y una lógica dividida en retórica y dialéctica. La corrección en el uso de la palabra, en su doble sentido, gramatical y ante el público, constituía una cuestión del máximo interés para la filosofía estoica. La física y la lógica tenían por objeto adiestrar al neófito para llevar una vida regida por el comportamiento virtuoso, esto es, conforme a la propia naturaleza humana.
Las virtudes estoicas –la sabiduría, la justicia, la moderación y la fortaleza–, trataban de construir un carácter fuerte y preparado para afrontar los reveses de la vida, pero también la moderación en el disfrute de las comodidades y placeres. No hay que olvidar que Zenón presentó el estoicismo como alternativa filosófica al epicureísmo, que declaraba como supremo bien el placer.