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Hace dos décadas, una revolución digital transformó la vida y los medios de vida de millones de personas cuando los teléfonos móviles se extendieron por el África subsahariana, una región donde una pequeña fracción de la población tenía teléfonos fijos o cuentas bancarias pudo superar los viejos monopolios y la infraestructura telefónica. Los teléfonos móviles permitieron a los agricultores obtener asesoramiento sobre plagas y el clima, y a los no bancarizados enviar y recibir dinero móvil. Ahora, la inteligencia artificial (IA) promete ser una fuerza aún más poderosa para impulsar la productividad y ayudar a los países más pobres a superar la escasez de maestros y médicos capacitados. Sin embargo, donde la oportunidad llama, África se está quedando atrás.
PWC, una firma de servicios profesionales, estima que la IA podría agregar casi 16 billones de dólares a la producción económica mundial alrededor de 2030 (en comparación con 2017). McKinsey, una firma consultora, llegó por separado a una cifra similar, pero ahora calcula que podría aumentar otro 15-40% debido a formas más nuevas de IA, como los modelos de aprendizaje a gran escala. Sin embargo, parece probable que África, que tiene alrededor del 17% de la población mundial, reciba un impulso de la IA en su PIB anual de apenas 400 millones de dólares en 2030, o el 2,5% del total, porque carece de infraestructura digital. Como resultado, en lugar de ayudar a reducir la brecha de productividad e ingresos entre África y los países más ricos, la IA parece destinada a ampliarla.
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