La «conversión» de Pablo, tema actual: Dios crucificado, universalidad humana
Pablo era un judío radical y un cristiano iluminado, un hombre contradictorio en temas marginales, pero coherente en lo esencial. Y lo esencial eran para él dos problemas, que han sido y siguen siendo el centro del cristianismo, las claves de la nueva conciencia universal cristiana:
(a) El primer problema era la Cruz, el Dios crucificado, el mesianismo de las víctimas y los fracasados. Pablo venía del “judaísmo triunfal”, que podía vincularse con el imperio triunfal de los romanos. Pero en un momento dado él descubrió que el Dios triunfal era un “mito” inventado por los poderosos judíos de la ley y por los más poderosos romanos del imperio. El Dios verdadero se revela a través de un Crucificado, esto es, por medio de las víctimas, los derrotados, expulsado de la “ley” y de la historia.
(…)
(b) El segundo problema era la universalidad. Pablo descubrió que los judíos tenían una buena ley, pero esa ley no podía ser para todos, ni unir a todos los hombres. Pablo descubrió que los romanos tenían un buen imperio… pero ese imperio no podía ser tampoco universal. La única manera de unir a todos los hombres es hacerlo a través de los crucificados y expulsados de la historia humana.
Antes de su “conversión”, Pablo buscaba el triunfo y expansión global del judaísmo, conforme a las promesas de los profetas; pero no podía aceptar que esa expansión se realizara rechazando (y en el fondo negando) la forma de vida nacional judía. Lo que Pablo había querido era, en el fondo, el triunfo nacional del judaísmo como judaísmo de Ley.
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