El rey en la sombra es una novela, un relato trepidante y magnético; es una clase de historia oculta y desconocida que mezcla la
Historia de los libros, con las historias de la gente corriente; pero, además es un ejercicio de justicia, con las mujeres etíopes y sus historias sepultadas bajo los relatos oficiales. Maaza Mengiste es una escritora, una narradora con una increíble capacidad para contar, para hilar relatos y para construir grandes edificios literarios; es una contadora de historias capaz de mantener la atención y la tensión durante más de 450 páginas en las que mima el lenguaje, hace malabarismos con el estilo narrativo y entrecruza diversas voces sin que afecte a la fluidez; pero además es una activista, que consideraba que había una injusticia que reparar y ha creado un relato inapelable para rescatar del olvido la resistencia a la colonización del pueblo etíope pero, sobre todo, la determinación de las mujeres que lucharon para preservar esa libertad y que una vez defendida volvieron a ser silenciadas.
El relato se apoya en la historia de Hirut, una jovencísima sirvienta en una casa de nobles etíopes que se ve arrastrada a la guerra. En un primer momento, conducida por la inercia, Hirut, sin embargo, representa los valores más profundos y honestos de la gente de a pie. La fidelidad, la modestia y el respecto que en ocasiones aparecen llevados hasta un extremo irracional, son los pilares que le sostienen cuando todo a su alrededor se desmorona. Como esas columnas de mujeres que, abnegadas, siguen a los primeros combatientes y que se ven relegadas a los cuidados, la logística y la retaguardia, pero que están dispuestas a plantar cara a los invasores de su tierra. Hirut refleja al mismo tiempo la perdida de la inocencia y la determinación, refleja una cierta inconsciencia y el apego a lo suyo, a lo que la define, sobre todo, materializado en el viejo fusil Wujigra que su padre le entregó.
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