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23/01/2024 EUKLERIA
La foto de Fati y Marie tiradas en la arena y sin vida dio la vuelta al mundo. Madre e hija murieron de sed y penurias en el desierto entre Túnez y Libia. Un desierto que la periodista marroquí Karima Moual definió como “un frente de guerra sin bombas, una fosa común equivalente al mar Mediterráneo”. Fati, a quien la escritora y poeta Maria Grazia Calandrone dedica un poema, (publicado por primera vez aquí, en Mujeres, Iglesia, Mundo), es solo uno de los rostros de la “maternidad migrante” de las madres víctimas de la emigración. Madres que se enfrentan al mar y al desierto, a la persecución y a los campos de detención, al hambre y la sed y a los peligros que provienen de los hombres y de la naturaleza, impulsadas por el deseo de dar a sus hijos una vida mejor.
Muchas madres migrantes probablemente habrían seguido ligadas a su destino si no hubiera habido un impulso de la cabeza y del corazón. Si el futuro de sus hijos no les hubiera convencido de abandonar su precaria seguridad. Es una realidad constatada: las estadísticas nos dicen que, contrariamente al pasado, hay más mujeres migrantes que hombres. Pero cuando hablamos de “maternidad migrante” no nos referimos solo a ellas. El dolor y el sufrimiento devastador de la migración también se manifiesta de otras maneras. Es la “maternidad migrante” la de las madres que no ven a los hijos que las dejaron en pos de un futuro mejor. Madres que permanecen en su hogar, pero privadas del amor y protección de quienes trajeron a este mundo. Madres invadidas por el dolor de no saber e imaginar lo peor: a sus hijos engullidos por la arena del desierto o tragados por las olas de un mar enemigo, sin haber llegado nunca a su destino.
Madres abandonadas y dolorosas como la de Amadou que con 15 años abandonó Mali y aterrizó en Sicilia tras atravesar Níger y Libia. Encontramos su historia en el libro Anche Superman era un rifugiato (También Supermán era un refugiado) publicado por Bur y editado por Igiaba Scego y ACNUR Piamonte. La madre de Amadou, que hacía muchos años que no sabía nada de él, respondió cuando la llamó: “Déjame en paz, mi hijo está muerto”. Él explica que tuvo “que esforzarme mucho para hacerle entender que era yo, que era Amadou. Le conté detalles sobre nuestra vida que solo yo podía conocer. Y luego rompió a llorar”.
Artículo completo: MaternidadMigrante
Fuente: https://eukleria.com/2024/01/23/madres-tan-lejanas-y-tan-cercanas/