4 febrero 2021 20:02 CET
A pesar de lo mucho que nuestra filosofía ha indagado en los conceptos del bien y del mal, de justicia y de moral, sabemos que, en general, el ser humano razona y decide, la mayoría de las veces, siguiendo sin más los principios (mucho más sencillos) de premio y castigo.
Nuestra especie se ha forjado a lo largo de millones de años con adaptaciones evolutivas comunes a muchos otros primates y que funcionaban muy bien en grupos relativamente pequeños. Esto viene apoyado por el hecho de que nuestro tamaño cerebral es capaz de gestionar tan solo un grupo promedio de unas 150 personas.
Cuando estos grupos se hicieron mucho más numerosos y comenzamos a amontonarnos en grandes ciudades compuestas por hordas anónimas de individuos, hemos tenido que añadir adaptaciones culturales, reglas y normas para limitar los efectos de la agresividad o de otros comportamientos negativos que comprometían el éxito de la comunidad.