Publicado: 9 mayo 2022 20:16 CEST
“Mas yo, como traía aquel deseo de ver a mis padres, no sentía el camino, que en cinco días llegué, estando ellos bien descuidados dello y cumpliéndose lo que yo había escrito desde Argel”.
En 1592, tres años después de que lo capturaran los corsarios argelinos en el Mediterráneo, dice Diego Galán que escribió una carta a sus padres poniéndoles al corriente de su cautiverio. Lo sabemos porque a su regreso a tierras cristianas, él y unos pocos más como él escribieron sus experiencias como esclavos en el norte de África.
La esclavitud fue un fenómeno intrínseco a las sociedades mediterráneas de la Edad Moderna. Una esclavitud que no respondía tanto a las dinámicas de la trata de esclavos que se desarrolló con fuerza a partir del siglo XV, sino que se gestaba en el seno mismo de la frontera mediterránea. Esta frontera dividía, principalmente, la cristiandad y el islam en conflicto. Lo que a su vez dividía, grosso modo, las dos orillas del Mediterráneo, norte y sur. Pero también creaba divisiones internas dentro de las monarquías, los reinos y las ciudades.
Por tanto, el Mediterráneo de la Edad Moderna se conoce como una “sociedad de frontera”: un mundo constantemente en movimiento, donde se tejía un complejo entramado de relaciones económicas, culturales, sociales y políticas. Las fuentes dan testimonio de ello. Pero en medio de los conflictos y las violencias, el Mediterráneo también era una zona de cohesión y de necesaria comunicación con el enemigo. Aquí los grupos hostiles cohabitan y no necesariamente a través de la violencia.