En el futuro, los patrones de producción, distribución y consumo serán cada vez más sostenibles. Todo apunta a ello, pese a los grandes retos que hay que enfrentar aún y los desiguales ritmos de cambio entre los países.
Sin energía no hay vida. Ni producción, ni transporte, ni consumo. El consumo de energía forma parte de la vida humana desde la prehistoria y su intensidad ha ido creciendo a medida que se sofisticaban las actividades económicas de los hombres y las mujeres.
En el pasado reciente, la revolución industrial del siglo XIX no se puede entender sin el carbón, ni el desarrollo del siglo XX sin el petróleo. Ahora, el futuro inmediato estará determinado por las transformaciones energéticas en el marco de la sostenibilidad medioambiental.
En 1973 se produjo la primera gran crisis del petróleo: los países árabes productores de crudo cesaron sus exportaciones a los países occidentales que dieron apoyo a Israel durante la guerra de Yom Kipur.
Ahí comenzó la transformación de la estructura energética mundial. Desde entonces, el oro negro ha pasado de suponer el 46,2% de la oferta de energía primaria mundial al 31,9% en 2019.