En nuestra Iglesia (jerárquica) se siembra generalmente la inconstancia de una «fe infantil»
En nuestra Iglesia (jerárquica) se promueve más la OBEDIENCIA y la CULPABILIDAD que la LIBERTAD y AUTONOMÍA de personas adultas con una «conciencia madura». Se siembra generalmente la inconstancia de una «fe infantil».
Voy a resumir, bajo un punto de vista sicológico y real, las CONCIENCIAS y el reverso de la FE que vivimos con cada una.
Llamamos conciencia a la «capacidad de distinguir el bien del mal». O, dicho de otra forma, «distinguir lo que nos construye como personas de lo que nos destruye», aunque pueda ser placentero para cuerpo, sensibilidad o yo cerebral.
Nacemos sin más bagaje que los instintos biológicos primarios, sin conciencia. A lo largo del crecimiento recibimos un «adiestramiento» más que una educación hasta que llegamos a un «uso de razón» progresivo.
En una primera etapa es la «influencia de la familia» la que nos formatea. La formación, educación y madurez de los padres y familia serán la influencia positiva o negativa, constructiva o destructiva.
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Se llama «conciencia cerebral» al conjunto de ideas, ambiciones cerebrales y normas de vida que uno genera para orientar su conducta, tener éxito y seguridad en la vida. También seguridad religiosa.
Se va formando tras la fase de contra dependencia adolescente. Y seguirá muy condicionada por el «ambiente humano» y la «necesidad de reconocimiento» que todos tenemos. No es, por tanto, una conciencia autónoma y libre. Las ideologías, en especial la religiosa, le afectarán y aún más la necesidad de supervivencia en el grupo.
Nuestra conciencia ya no se regirá sólo por lo que nos influye o influyó socialmente, sino que aplicaremos determinados «conceptos cerebrales» a nuestra vida. Tal vez consolidaremos ciertos valores morales o ciertos principios de conducta, muy influidos por nuestras preferencias religiosas.
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La «conciencia profunda» es la brújula del ser en crecimiento. Llamamos «SER» a lo más profundo de la persona, al «lugar de nuestra identidad, vocación esencial, lazos íntimos y apertura a una Transcendencia». Es como la huella dactilar de tu interioridad, siempre original y distinta.
El «SER» se somatiza en la zona ventral. Se manifiesta en las sensaciones y aspiraciones profundas de la sensibilidad. Hay quien lo llama «alma»por su invisibilidad física, aunque no sicológica. También se llama «corazón» porque es realmente el origen y motor de los sentimientos más profundos y nobles de la persona.