19 agosto 2021 23:37 CES
La sorpresa que supone la toma de Kabul por parte de los talibanes no lo es tanto por el hecho de haber ocurrido como, quizá, por la velocidad con la que estos se han hecho con el poder. No obstante, los talibanes son viejos conocidos de Occidente y Oriente, de la antigua URSS y de EE. UU.
También lo eran Osama Bin Laden, Sadam Huseín en Irak, Al-Assad en Siria y Gadafi en Libia. Esas personas y lugares, aunque diferentes, guardan una semejanza: la paradójica relación que han tenido con potencias extranjeras, en función de los intereses de aquellas y de la ambición de estos.
Los talibanes, estudiantes islámicos en su día, salafistas y guerrilleros, se levantaron contra la ocupación soviética de Afganistán en los 90. En aquel entonces eran aliados de Occidente para luchar contra el comunismo soviético; Osama Bin Laden también. Tras la derrota soviética, impusieron su régimen con cierta condescendencia internacional –aunque hubo un rechazo posterior– y se convirtieron en el centro de operaciones de la recién creada Al-Qaeda.
Cuando se demostró que el atentado del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas de Nueva York había sido gestado y coordinado desde Afganistán, la guerra contra el terror que declaró EE. UU., aludiendo legítima defensa, tomó como objetivo la derrota de los talibanes. Se decía que en cuestión de meses habría una victoria y se cambiaría el régimen.