Las Fuerzas Armadas son un objetivo argumentalmente tentador y políticamente rentable. Esto es aprovechado por grupos con intereses comunes y objetivos antagónicos, unidos contra el «régimen del 78»
En el genial retrato de época del comienzo de la transición que es la película Patrimonio Nacional (1981), Luis García Berlanga hace firmar al marqués de Leguineche una supuesta carta/manifiesto en la que los más conspicuos miembros de la aristocracia española “amable pero enérgicamente” preguntan al recién entronizado rey Juan Carlos el papel que piensa otorgarles en la reabierta Corte. La pérdida de noción de la realidad y el absoluto desconocimiento de la coyuntura histórica que implica dicha iniciativa ya es puesto de manifiesto por un miembro de dicho colectivo cuando la califica como propia de “cortesanos de rigodón”.
Las cartas al Rey de colectivos afectados era una costumbre propia de la monarquía decimonónica, a menudo conocidas como “memorial de agravios”; el más famoso de los cuales fue el Memorial de Greuges (aunque el título original fuera Memoria en defensa de los intereses morales y materiales de Cataluña) presentado al rey Alfonso XII por un grupo de entidades barcelonesas y que constituyó el primer acto explícito del catalanismo político. Que Alfonso XII muriera cinco meses después no pareció que tuviera ninguna relación con el disgusto recibido.