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José Cobo, nuevo arzobispo de Madrid: “En esta vida solo he tenido tiempo para ser cura”

Abogado de 57 años, curtido en la pastoral social, se pone al frente “con vértigo”, explica en entrevista con Vida Nueva.

16/06/2023

Buenos días a todos. Gracias por venir. Ya podemos contar el secreto a voces. Me presento ante vosotros y ante la diócesis. Primero, con cierto vértigo y, también, con responsabilidad ante Dios, la Iglesia y el Santo Padre, que me confía este servicio”. Con media hora de tregua tras el anuncio oficial vaticano al mediodía del lunes 12 de junio, José Cobo Cano se situaba en el disparadero de los flashes como nuevo arzobispo de Madrid.

“Soy pequeño, no solo de estatura. Tengo otras muchas pobrezas, pero confío en que no estoy solo”, exponía a modo de credenciales el que hasta hacía pocos minutos antes era el obispo auxiliar de la archidiócesis más importante de España, con cuatro millones de habitantes a sus espaldas, 476 parroquias, 1.631 sacerdotes, 4.758 religiosos y 374 contemplativos. Con 57 años, sustituye al cardenal Carlos Osoro, que deja el timón con 78, después de pastorear la Villa y Corte durante nueve años.

Con una elección supervisada personalmente por Francisco, como es habitual en las plazas católicas de referencia, Cobo está llamado a aterrizar las reformas papales por encima de las zancadillas clericales que ha padecido su predecesor. Abogado de carrera, el mismo año que concluyó sus estudios universitarios, en 1988, ingresó en el Seminario de Madrid. Sacerdote desde 1994, se conoce por tanto el engranaje del territorio que a partir de ahora pilotará.

Curtido ya antes de ser cura como voluntario de Proyecto Hombre, en pastoral penitenciaria y en Cáritas, fue vicario parroquial de la iglesia de San Leopoldo y, después, párroco de San Alfonso María de Ligorio y arcipreste de Nuestra Señora del Pilar. Así que sabe lo que supone dinamizar a las catequistas, tantear al seminarista recién llegado, montarse un campamento con los jóvenes, administrar el cepillo para llegar a fin de mes… Y estar junto a los últimos. No en vano, su labor pastoral siempre ha estado ligada a lo social, como prueba haber sido viceconsiliario de la Hermandades del Trabajo de Madrid.

Se le augura un pontificado largo, en tanto que le quedan unas dos décadas para una futurible jubilación. Tiempo, no solo para guiar a la Iglesia madrileña, sino también para liderar, antes o después, a la española, como lo hicieran Tarancón o Rouco. “Mira lo que le pasó al primer obispo de Madrid. Duró un año y era más joven que yo…”, suelta entre bromas, refiriéndose a Narciso Martínez Izquierdo, que fue asesinado en 1886 por los disparos de un sacerdote en desacuerdo con sus reformas.

PREGUNTA.- ¿Por qué la palabra “vértigo” para definirle hoy?

RESPUESTA.- El vértigo no hace que te lances, aunque a veces el vacío tira de ti. Me siento como los novios antes de la boda, con vértigo por la inmensidad de lo que significa el matrimonio, pero sabiendo que, cuando se está enamorado, todo se ve y hace con más facilidad. Vivo el nombramiento con gran responsabilidad, me sobrecoge. El otro día me decía un obispo que, cuando uno no ha movido ni un dedo ni un papel para cualquier cargo y te llega, es que viene de Dios. Es lo que me ha pasado a mí. Con esa confianza lo acojo: si Dios pide, Dios ayudará.

Además, el conocimiento que ya tengo de esta diócesis me hace ver que hay gente muy buena, no para hacer lo que yo decida, sino para escuchar y actuar a partir de ahí desde las tres claves de la sinodalidad: comunión, participación y misión. En estos años, he ido aprendiendo que el ministerio episcopal en Madrid implica acompañar las realidades e inquietudes que van surgiendo. El pastor tiene la misión de armonizar todos estos carismas para que suene todo bien, pero la música no la pongo yo, sino el Señor. Madrid tiene grandes posibilidades porque es una eclosión de vida continua.

P.- ¿No teme que se le acaben las ideas en las próximas dos décadas?

R.- Es que yo no voy a poner las ideas, las va a poner la gente. Lo primero que vamos a hacer es escuchar a la gente. Es el momento de potenciar que sigan en acción y sacar lo mejor de cada parroquia, de cada congregación, de cada movimiento. No hay que olvidarse de la bondad del presbiterio de Madrid, que es heroico por sacar adelante esta diócesis, así como del laicado, con las posibilidades que tiene, su identidad y su responsabilidad en la Iglesia.

En estos cinco años como prelado, ha ejercido de fontanero, arreglando grietas, desatascando desagües, con proyectos de obra nueva, otros de reforma… No ha ejercido de mesa auxiliar en la que dejar migajas sobrantes. Ha sido auxilio en su sentido más literal y urgente. Cobo, de despacho. Y Cobo, sobre todo, de calle. Un obispo desata-nudos que, de un día para otro, pasa a ser el jefe de obra.

Autoridad

P.- Habrá quien le siga viendo como el “manitas” de turno y cuestione su autoridad…

R.- A unos les gustaré más y a otros les gustaré menos. En definitiva, son cuestiones de gusto. Estos años me han permitido ver la entraña diocesana y conocer lo que hay debajo. Esta tarea me ayuda ahora a ayudar, a posibilitar a ayudar e ir escuchando de otra manera. No es lo mismo ver las cosas desde fuera o desde la barrera que haberlas abordado en primera persona. Ahí uno cuenta con cierta ventaja porque algo de ojo tengo ya en valorar qué ha caducado y no da más de sí, qué necesita un remiendo y qué está en perfecto estado para seguir potenciándolo.

 


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Manolo Fernández