Con solo diez años, David Erungu, había aprendido que el aceite hirviendo cicatriza el horror. Tras dos años secuestrado por el grupo yihadista congolés de origen ugandés Fuerzas Aliadas Democráticas, denominado también MTM, Erungu contaba a este periodista las eternas caminatas por la selva congoleña y las jornadas de gargantas rebanadas de las que fue testigo. De sus días con los extremistas recordaba los castigos. “Extienden el brazo en el suelo y zas ¿sabes? —explicaba con los ojos muy abiertos y un deje de ingenuidad— y luego para evitar que la persona muera desangrada y la herida se infecte hay que poner el muñón en aceite hirviendo”.
Erungu era solo un niño pero ya había perdido su inocencia por culpa del cáncer del yihadismo internacional, que amenaza con hacer metástasis en territorio africano por donde avanza sin freno.
El continente sufre la peor violencia de la última década
Con 4.958 ataques perpetrados por bandas islamistas y 13.059 personas asesinadas el año pasado, el continente sufre la peor violencia de la última década, según cifras del Centro Africano de Estudios Estratégicos.
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