Jan André* es un joven afrodescendiente oriundo de Limón en el caribe costarricense. Es extrovertido, carismático, un bailarín excepcional y sueña con ser el mejor maestro de escuela de Costa Rica.
Este joven activista por los derechos de las personas afrodescendientes tuvo una niñez difícil, marcada por un ambiente de violencia, carencias y exclusión.
Pero animado por sus deseos de salir adelante, el soporte de una red de apoyo familiar y comunal y un Estado que le dio la oportunidad de acceder a la educación, se ha convertido hoy un estudiante universitario destacado.
Sin embargo y a pesar de sus logros, Jan no entiende por qué algunas personas cruzan la calle cuando lo ven de frente, o por qué guardan sus pertenencias cuando él se acerca en el autobús.
No comprende por qué lo vigilan cuando entra a un supermercado o han llegado a gritarle que se “¡vaya a recoger caña de azúcar!”. No ve justificación alguna para que la policía le registre solo a él y sus pertenencias, entre un grupo amplio de personas, en la vía pública.
Actualmente alrededor de 200 millones de personas se identifican a sí mismas como descendientes de africanos en el continente americano y han sufrido condiciones similares a las de Jan.