«La Iglesia-institución tiene perdida la batalla respecto a la mujer»
| Antonio Aradillas
Convertida en cantinela, molesta para unos y grata para otros, el papa Francisco adoctrina con santo convencimiento de que los líos resultan ser imprescindibles en cualquier programación que aspire a ser y a ejercer el sagrado ministerio de la evangelización, en fiel consonancia con la doctrina cristiana.
Los líos –“situación o asunto confuso, problemático o difícil de resolver”- jamás se ausentarán de la convivencia en las esferas tanto “humanas” como “divinas”. La vida y la religión dejan de ser una y otra cosa si faltan los líos. Precisamente, y por ello, el Papa es Papa y además es, y se llama, Francisco, con benditas referencias al de Asís y a sus circunstancias, muchas de ellas “pontificadas” nada menos que por el omnipotente Inocencio III.
Y el penúltimo lío en el que se ha metido -o lo han metido- al Papa Bergoglio está relacionado una vez más con la mujer, es decir, con las mujeres y su estrecha y especial razón de ser en la praxis y doctrina de la “Santa Madre la Iglesia, católica, apostólica y romana”.
Con larga, profusa, semi dogmática y también semi doctoral profusión de alusiones a razonamientos abiertamente patriarcales y machistas, hoy en desuso filosófico, antropológico, teológico y hasta bíblico, la mujer ni puede ni podrá aspirar a equipararse con el hombre en cuanto a ser sujeto-objeto de derechos y deberes con los varones, por el hecho de serlo. En el listado de concesiones que, a modo de limosnas, el mismo papa Francisco se ha dignado efectuar al colectivo femenino, para su consolación y distinguirse del trato canónico -marginación- padecido por ella, da la impresión de acusarse de varias e imperdonables “por mi culpa” –“por mi grandísima culpa”- en conformidad con el ritual litúrgico, con explícita inclusión de sonoros golpes de pecho.
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