Convertir los centros educativos en refugios climáticos o aprovechar las calles, parques y plazas como aulas son algunas estrategias para promover ciudades, accesibles, inclusivas, saludables y sostenibles.
La pandemia global de la covid-19 ha puesto a prueba la vida escolar y cotidiana en las ciudades con confinamientos y desconfinamientos, cuidados sanitarios y cuarentenas, horarios y restricción de actividades, reprogramación de tareas y encuentros presenciales y virtuales.
Se ha desarrollado una diversidad de protocolos y soluciones en la gestión de los espacios urbanos y de los edificios. Incluyen hábitos de higiene y de protección, itinerarios de acceso y recorrido, distancias entre actividades y entre personas, tiempos de estancia e, incluso, condiciones de ventilación.
Sin embargo, todo esto en su conjunto no debería ser asumido tan solo como una medida tecnocrática, transitoria y de control sanitario. Representa una oportunidad para reflexionar y acelerar mejoras urbanas y de los edificios, que promuevan una ciudad que “cuidamos y a la vez nos cura y cuida”.
El objetivo es transitar hacia una ciudad en la que se le da importancia al tiempo y a los ritmos de la vida urbana, a las actividades, a las relaciones y movilidades de proximidad. Una ciudad capaz de ofrecer espacios urbanos con mejores condiciones ambientales para la salud, el desarrollo personal, la cohesión social y también el desarrollo económico.