“Nada de extraordinario” viene a ser la respuesta de Juan Bautista a quienes se dirigen a él para, sensibles a su llamada a la conversión y a “preparar el camino”, y expectantes y esperanzados ante la “inminente” llegada del Mesías según su anuncio provocador, preguntarle sincera, y probablemente de modo ansioso: “¿Qué hemos de hacer?”.
Es de suponer que los entusiastas del Bautista, que creían vislumbrar con él el advenimiento definitivo del poder de Dios (¡Por fin el pueblo encabezado por su Mesías se va a imponer sobre todos los habitantes de la tierra!) estaban dispuestos a cualquier esfuerzo que el profeta les pidiera para convertirse en protagonistas e impulsores de tal triunfo. Por eso le preguntan inquietos por los “preparativos”, porque no iban a eludir ningún trabajo o dificultad con tal de formar parte de sus seguidores, de sus incondicionales, del ejército de los futuros vencedores encabezado por “Aquél que va a venir…” Hay una disponibilidad y una entrega por parte de ellos aparentemente incondicional: “¡Estamos dispuestos!. ¿Qué es preciso preparar? Por difícil que sea, ¡dinos simplemente lo que hay que hacer, y sin falta lo haremos!”.